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  • Foto del escritorMarcia Cotlan

HIELO EN LAS VENAS (fragmento)




Hacía casi veinte años que Freya no veía a Colter Bronstein, así que cuando aquella mañana entró en la comisaría de policía y lo vio sentado en la sala donde también le indicaron a ella que debía esperar, supo que no se trataba de un encuentro casual. El Monstruo de Florida volvía a salir en los medios de comunicación y aquel maldito sinvergüenza rondaba de nuevo a los Skald. Pensó que seguramente habría ido a ver a Travis.


Tomó asiento en la fila de sillas más alejada de la suya y le dio la espalda, pero su imagen aún le quemaba en la retina. Seguía siendo el tipo imponente y guapo que había sido siempre, con barba de tres días y aspecto un poco canallesco, pero ahora era un hombre, no el joven de diecinueve años que ella conoció, y eso le sumaba atractivo. Si reconocía que era un hombre guapo, es porque objetivamente lo era, no porque le atrajera en lo más mínimo —ya no, ¡por supuesto que no!— y porque una vez más se cumplía aquella máxima de que el envoltorio atractivo oculta a veces un caramelo envenenado. Porque eso le parecía Colter: veneno para cualquiera que llevara en sus venas la sangre de Hans Skald.


Los detectives Duncan y Donahue salieron a buscarlos y les hicieron pasar juntos. Freya había dado un beso a su hermano y otro a su cuñado en cuanto oyó su nombre y se había quedado paralizada al escuchar el de Colter Bronstein. ¿Iban a hacerles entrar justos?


—¿Pero qué ocurre? —le preguntó Freya a Kurt justo cuando pasó a su lado de camino al despacho—. ¿Qué demonios hace ese periodista aquí?


—Ahora os lo explicamos todo —respondió Kurt en un tono de voz bastante bajo, para que solo Freya lo oyera.


Colter y ella tomaron asiento en las dos sillas que había frente al escritorio que ya ocupaba Travis. Kurt se apoyó contra la pared.


—Tenemos que poneros en antecedentes antes de deciros lo que os vamos a pedir. Sé que os preguntaréis por el motivo de juntaros aquí a ambos. Debéis tener un poco de paciencia —Travis tomó aire y continuó—. Como ya sabéis, el asesino de la mujer del vertedero le ha dejado una nota a Skald dentro de la boca de la víctima. Los distintos canales de televisión se han encargado de airearlo. Lo que no sabéis es que varias semanas atrás, el propio Skald le dijo al alcaide que dudaba de que lo ejecutasen en la fecha prevista, pues tenía información sobre una serie de crímenes que iban a cometerse. Para que el alcaide se diera cuenta de que iba en serio, contó que la joven asesinada sería rubia, su nombre empezaría por ele, trabajaría como maestra de escuela y sería una amante del fitness y de los gatos. Bien, pues Lucy Woodson encaja en esa descripción. Fuimos a verlo a la cárcel hace unos días y nos dijo que la próxima víctima se llamaría Mary, de familia luterana y voluntaria en un comedor social. La joven que acaba de aparecer esta misma mañana en un vertedero ilegal que hay cerca de Doral se llama Mary Johns y coincide con la descripción que ha dado Skald. También tenía una nota mecanografiada metida en la boca. Es evidente que el Monstruo posee información y que sabe quién es el asesino y ahí es donde entráis vosotros, porque dice que no hablará con nadie más del tema.


El periodista y Freya se miraron durante un instante.


—Está jugando de nuevo —dijo Colter.


—Así es. Siempre está jugando. No os pediríamos esto si no supiéramos que la información que posee es capital para salvar vidas y para atrapar al asesino —explicó Kurt.


—¿Qué quiere mi padre de él? —preguntó Freya, señalando a Colter—. ¿Acaso pretende darle material para que escriba un nuevo libro?


—No sé lo que quiere —reconoció Travis—, aunque es evidente que pretende conseguir algo. Ya lo conocéis. Lo que no logro entender es qué retorcida idea ocupa ahora su cabeza.


—Yo iré —prometió Colter, absolutamente convencido.


A Freya se le escapó una risa un tanto amarga.


—Por supuesto que irás, te encanta todo esto, ¿eh? Es un juego para ti también, como para él. Noto cómo te corre la adrenalina por las venas, la emoción, el olor del dinero que te reportará un nuevo libro —lo estaba mirando con desprecio. Su comportamiento era frío y altanero. A Colt no lo pilló por sorpresa. Ya tenía noticias de en qué clase de bloque de hielo se había convertido Freya y se preguntó si él habría tenido algo que ver.


—No es eso lo que persigo —le respondió—. Tengo material para escribir al menos otros dos libros sobre tu familia, uno sobre Travis y otro sobre Olivia. Podría escribir incluso sobre ti: la pesadilla de la hija de Skald tras descubrir quién era su padre. ¿Has visto esos libros en las librerías? No, ni los verás. Lo que quiero es que todo esto se acabe cuanto antes.


—Ya, claro. Lo vas a hacer por pura bondad, como cuando viniste a verme hace años a Noruega, ¿no? —dijo Freya sin alterarse apenas, pero con una mueca de desprecio que a él le resultó de los más ofensiva.


—¿Ya os conocíais? —les preguntó Travis, sorprendido.


—Vino a Oslo cuando yo vivía allí. Quería sonsacarme información para su segundo libro —explicó Freya.


—¡Joder, pero si no era más que una cría, Bronstein! ¡Y tú eras otro crío!, un universitario que debería estar estudiando y yendo a fiestas, en vez de perseguir a una adolescente que acaba de vivir una tragedia para sonsacarle información sobre su padre. ¿Los periodistas no conocéis límites?


—¡Ese no es el motivo por el que fui! —exclamó Colter, furioso—. Estoy harto de parecer un monstruo en todo esto. ¡El Monstruo está entre rejas y es vuestro padre, no soy yo! Era un crío manipulable y sí, me emborraché de triunfo tras el primer libro… Aún en la universidad y requerido para artículos y entrevistas por los medios más importantes del país, pero no era capaz de cualquier cosa. Tengo límites —miró a Travis— y tú más que nadie deberías saberlo. ¿Fui rastrero contigo cuando Skald me pidió que te buscara? ¡Y joder, esa era una noticia de primera página! Me habrían dado mucha pasta. ¿En serio me crees capaz de irme a Noruega a importunar a propósito a una cría?


—¿Entonces a qué fuiste? —preguntó Freya.


—Me envió tu padre. En aquella época aún no tenía la red de contactos que más tarde tejió entre rejas y hacía dos años que no sabía nada de ti. Estaba volviéndose loco de preocupación, así que me encargó buscarte. Solo quería saber que estabas bien. A cambio me daría más información, el nombre de otras víctimas suyas que ni la policía sabía y la ubicación donde estaban enterradas. Nunca pretendí molestarte. Ni siquiera deberías haberme visto, pero todo se torció.


—Ya... Se torció, claro… —sonrió con desgana—. Disculpadme, debo acudir a otra cita y se me ha hecho tarde —Freya se levantó en cuanto pronunció la última palabra y se encaminó hacia la salida, pero justo antes de cerrar la puerta del despacho detrás de ella, volvió a hablar.


—Iré a la cárcel, pero no con él —señaló a Bronstein—. Me niego. Mi padre deberá conformarse solo conmigo.


En cuanto ella se fue, se quedaron los tres unos instantes en silencio.


—¿Qué cojones le hiciste a mi hermana en Oslo? —preguntó Travis apretando los dientes. Era la primera vez que Kurt Donahue lo escuchaba llamarla «hermana» y defenderla de aquella manera. Sonrió.


—No le hice nada. Tuvo un problema en un momento determinado y me vi en la obligación de ayudarla. Comenzamos a hablar. Conversamos mucho, se sinceró conmigo y…


—Y tú contaste esas intimidades en un libro —terminó Travis.


—¡No!


Kurt y Travis se quedaron mirando fijamente a Colter.


—Bien, no necesito que me cuentes más —comentó Travis—, solo que vayas con Freya a ver a Skald y que no te comportes como un hijo de la gran puta haciendo negocio con esta noticia.


—Eso está hecho —prometió él, mientras se preguntaba cuánto haría falta para que se dieran cuenta de que él no era ningún traidor ni ningún rastrero.

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